Si desechas el yugo de opresión, el dedo acusador y la lengua maliciosa, si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido, entonces brillará tu luz en las tinieblas, y como mediodía será tu noche. El Señor te guiará siempre; te saciará en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos. Serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan.La opresión hace frecuentemente pensar en uno mismo y perder de vista la necesidad de los demás.
El mundo de uno se minimiza y el problema se agranda. Pero la palabra arriba nos enfoca correctamente y despierta a la esperanza, un sentimiento noble que nace en el darse a si mismo inspirado por el Espíritu Santo.